sábado, 5 de noviembre de 2011

¿Es culpa de nuestro cerebro que odiemos ciertos alimentos?

¿Hay alguna comida que no te guste, y no puedes explicar por qué? ¿O tal vez un alimento que te enfermó una vez, y ahora no puedes ni acercarte a él? Podría ser el resultado de un mecanismo de supervivencia de millones de años de antigüedad. 

Si hay un alimento que te hace sentir mal a la vista, lo más probable es que tu cerebro esté reproduciendo una conducta que ha sido transmitida durante millones de años. Se llama aversión gustativa, y es una de las reacciones condicionadas más fuertes en los seres humanos.
La aversión gustativa está causada por tu cerebro, que te protege de ser envenenado. Cuando éramos criaturas primitivas, no teníamos claro lo que era seguro para comer, así que probábamos las cosas.
Si enfermabas pero sobrevivías a la experiencia, el cerebro tenía que asegurarse de que nunca comieras lo mismo otra vez. 

Por lo tanto, si comes algo que hizo que te sintieras mal, tu cerebro decide que "más vale prevenir que curar", y te condiciona a sentirte enfermo cada vez que ves, hueles, o incluso piensas en esa comida. La próxima vez que salías en busca de alimento y te encontrabas con una baya que hizo que te sintieras mal en el pasado, eras golpeado con una abrumadora sensación de náuseas y te ibas a comer otra cosa. Las personas que eran buenas en el desarrollo de aversiones gustativas vivieron y tuvieron hijos. Los que no eran buenos para desarrollarlas, en gran medida se envenenaron y murieron. A lo largo de los siglos, nuestra capacidad para formar aversiones gustativas se hizo cada vez más fuerte.


Las aversiones gustativas pueden ser muy poderosas, y pueden durar años después de una sola mala experiencia. Para confundir más las cosas, a veces las aversiones se forman en contra de los alimentos equivocados. Imagina que una mañana en el camino al trabajo te detienes por tu acostumbrada taza de café. Más tarde ese día, tus compañeros de trabajo salen a comer comida india. Nunca has probado esa comida, pero tienes ganas de algo nuevo. La comida es deliciosa y pruebas muchos alimentos nuevos. Sin embargo, alrededor de las tres de la tarde, comienzas a sentirte asqueado. Te pones peor y peor, y por la noche estás mal del estómago y no eres capaz de retener nada.


Tu cerebro siente que ha sido envenenado. De nuevo, no está seguro de cuál fue la causa, pero sí recuerda muchas especias y sabores fuertes que nunca habías probado antes. Para asegurarse de que no te envenenes en el futuro, tu cerebro decide que más vale prevenir que curar, y te condiciona para que te sientas enfermo en cualquier momento en que huelas, pruebas o incluso pienses en comida india.

El problema es que resulta que no había nada malo con la comida india, sino que fue la crema en tu café de la mañana la que estaba echada a perder. “De ninguna manera”, dice tu cerebro, “he bebido ese café todos los días durante un año. Sé que es seguro. Tienen que ser esos alimentos raros y nuevos que comí”.

Este tipo de cosas nos suceden todo el tiempo, la mayoría de las veces las desconocemos. ¿Alguna vez has tenido un resfriado realmente fuerte y decidiste hacerte sentir mejor al comer tu comida favorita? Podrías darte cuenta, unos días después, de que te ha dejado de gustar tu comida favorita. Esa es la aversión gustativa en acción. Tu cerebro asume que la enfermedad fue causada por la comida, y te está enseñando a que ya no te guste esa comida.


Este efecto es tan fuerte que a las personas que reciben quimioterapia (que puede causar náusea severa) se les advierte que eviten sus alimentos favoritos. Podrías pensar que te estás reconfortando, pero lo que realmente estás haciendo es enseñar a tu cerebro que "Tu comida favorita = sentirse mal". Afortunadamente, nuestras mentes conscientes son en su mayoría capaces de superar este efecto. La clave es reconocer lo que está sucediendo y pensar en la razón de la reacción.


Recordar de manera consciente que lo que estás a punto de comer no es venenoso puede ayudarte a interrumpir el mecanismo automático de supervivencia. Con la práctica, puedes encontrar que eres capaz de comer los alimentos que solías odiar. Puede que incluso te comiencen a gustar de nuevo.
La clave es ir poco a poco, y exponerte a la comida en un ambiente positivo. Enseña a tu cerebro que no hay conexión entre los alimentos y sentirse mal.
¿Hay un alimento que no puedas comer porque te hizo enfermar? Compártelo en los comentarios.
 Fuente: CNN


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